viernes, 22 de abril de 2011
La aventura del fuego (1).
Mi primera intención era explicar las exhaustivas investigaciones que me llevaron a inventar el encendedor, pero luego he pensado que era mejor mantener el orden cronológico que seguí para conseguir el éxito.
El punto de partida, lo que me iluminó, fue la cerilla; pero no la tradicional, de fósforo blanco y mecha de papel encerado, sino la cerilla tecnológica llamada fósforo de seguridad.
Para estudiar en profundidad un sistema tan innovador me hice con cien cajas de quinientas unidades cada una. Cincuenta mil palitos, con la cabecita roja, que sometí a escrupulosas pruebas científicas para intentar descubrir si eran realmente de seguridad.
Con los resultados que obtuve elaboré un completo informe que envié al fabricante y voy a resumir aquí.
1) De las cincuenta mil unidades, algo mas de la mitad (52%) se rompieron al intentar encenderlas; las doy por buenas.
2) Un 29% no encendieron después de diez intentos, con lo cual las contabilizo como buenas también.
3) El 16% alcanzó a humear y en este apartado se debe poner un poco de atención.
4) El 3% restante llegó a producir llama. Esto requiere una actuación a fondo ya que, con las cien cajas, cualquier persona malintencionada habría podido provocar 1.500 incendios y grandes pérdidas materiales e incluso humanas.
Este peligroso 3% debería ser eliminado para que el producto pueda mantener el calificativo de seguro y para ello propongo:
a) TRATAMIENTO DEL GARBANZO, que consiste en echarlarlas en remojo, con su caja a ser posible, durante 24 horas. Comprobé que tras el tratamiento no encendía ninguna. (No es completamente seguro ya que la gente es descuidada y se olvida de regarlas a diario).
b) ELIMINAR LA CABECITA ROJA, que es donde parece radicar el problema. Ninguna enciende rascando su parte trasera.
El rascador se puede dejar tal cual ya que, dado que solo encienden las quince primeras, bastará con poner en cada caja 485 unidades en lugar de 500.
PD: El fabricante no me ha respondido ni mucho menos felicitado por este sesudo estudio y es que, en el mundo científico, hay mucha competencia y demasiada envidia.
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